De lo invisible a lo visible


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Hay que encender una luz en la oscuridad

Buen martes para los que me puedan escuchar. Cada amanecer es un regalo, pero nosotros lo hemos olvidado.

Usted y yo somos criaturas de nuestro tiempo. Y esto incluye el tener algunas creencias, algunos valores, algunas costumbres y algunas tradiciones diferentes a las de nuestros padres y nuestros abuelos. Usted y yo podremos reconocer estos matices. Otras personas quizás no las quieran ver.

Pero lo reconozcamos o no, la invitación que quiero hacer en esta mañana es a salir de nuestro propio encierro cultural y comenzar a mirar la vida como la ve el Sr. Dios: desde el cambio, desde una segunda oportunidad, desde el nacer de nuevo.

El color de nuestra piel, el pueblo donde nacimos o a qué se dedicaban nuestros padres no es tenido en cuenta por Jesús cuando nos sale al encuentro. De esto trata el primer nacimiento. Porque estas identidades sólo explican el principio de nuestras vidas y pueden cambiar y han cambiado a medida que fuimos creciendo.

Jesús sabe que nuestra identidad no está en lo que hacemos, ni en lo que tenemos, ni aún en lo que la gente dice de nosotros. Jesús cree que somos los amados y amados por el Sr. Dios desde antes que nuestros hermanos y padres pronunciaran nuestros nombres. Y lo cree por experiencia. Porque él ha escuchado la voz del Padre decirlo.

Jesús propone hacer cambios a los discípulos y a los que se le acercan, aun en medio de la noche. Cambios que van desde adentro hacia afuera. Del interior al exterior. De lo invisible a lo visible. Y la imagen de un segundo nacimiento es muy oportuna aquí. Porque ahora lo que se precisa es dar a luz un nuevo corazón. Porque el de antes ya no sirve. Se ha endurecido.

Usted y yo necesitamos cambiar. Darle una segunda oportunidad a nuestro corazón. Hacerlo de carne. Porque en realidad no hay cambio duradero si nos aferramos a ese corazón de piedra que tanto nos seduce y que tanto nos pesa.

Usted y yo podemos decir aquí y ahora: ¡Buenos días Espíritu Santo!

Lectura del evangelio de Juan 3, 1-5

Un miembro del partido de los fariseos, llamado Nicodemo, persona relevante entre los judíos, fue una noche a ver a Jesús y le dijo: Maestro, sabemos que Dios te ha enviado para enseñarnos; nadie, en efecto, puede realizar los milagros que tú haces si Dios no está con él.                                                                                                                                Jesús le respondió: Pues yo te aseguro que sólo el que nazca de nuevo podrá alcanzar el reino de Dios.

¿Quién escuchará nuestras oraciones?

Dame Señor un corazón nuevo. Un corazón agradecido y resistente. Un corazón que todo lo espere. Un corazón que proclame las buenas noticias sin miedo. Espíritu Santo necesito nacer de nuevo. Jesús a ti seguimos. Amén. Augusto G. Milián.

 

 

 

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