Cada día es un regalo


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Hay que encender una luz en la oscuridad.

Buen martes para los que me escuchan desde aquí. Buen martes para los que me escuchan desde allá lejos. Cada día es un regalo, pero muchos de nosotros lo hemos olvidado.

Ha llegado el verano. Hay más horas de luz. Más calor. Mientras converso con los amigos alrededor con una mesa con vasos de té helado con limón descubro que a la mayoría se nos hace difícil abrazar el dolor que llega hasta nuestras murallas. Nadie habla de su dolor. Pero el dolor está entre nosotros como si fuera un animal de compañía.  El dolor toca a las puertas de nuestras casas y entra sin pedir permiso hasta la cocina.

Tampoco nos gusta hablar de nuestras soledades. Esa que nos abraza cuando alguien que amamos se marcha para no regresar más. Si, nos resulta escabroso brindarle la bienvenida a la soledad cuando nos es decretada sin medias tintas. Cuando nos hace llorar. En realidad, ni usted ni yo estamos cómodos con ella y la deseamos lo más lejos de nuestro corazón. En el exilio.  

No conozco a nadie que quiera estar solo siempre. A nadie que desea vivir en el país del dolor. A nadie. Pero con los años los discípulos de Jesús hemos aprendido a tener un criterio sobre la utilidad y la inutilidad de algunas empresas.  Sabemos, por ejemplo, que el sufrimiento y la soledad no nos hacen mejores hombres y mujeres. No nos hacen.

Cuando Jesús no ha salido de Galilea comienza a mostrar, mirando al horizonte, cómo será el futuro. Cómo será el discipulado. Como seremos tú y yo. Y una de las cosas que si sabemos es que somos llamados a ser distintos. A ser peculiares. Pero este llamado implica hacer elecciones y pagar un precio que de antemano no aceptamos porque sabemos que experimentaremos el dolor y la soledad

Si, todo camino que emprendamos, sea nuevo o viejo, demandará un esfuerzo, un sudor, un ejercicio de paciencia y constancia. Y en todos los caminos encontraremos un cielo cubierto de nubes o un sol brillante. La gente que ha hecho de la queja una trinchera hablara de las nubes negras. Los agradecidos hablarán sobre el sol.

Cuando Jesús pide, también a usted y a mí, que demos sabor a la realidad donde vivimos, o en otras palabras, que brillemos en el sitio donde estamos, es porque conoce que el mundo que los discípulos habitan tiene amarguras y oscuridades. Tiene espinas y serpientes. Tiene bandidos apostados en los caminos dispuestos a dejarnos desnudo y golpeados en la cuneta. Pero Jesús ya ha enviado a alguien para que porte en su alforja un poco de vino y un poco de aceite.

Ahora que ha llegado el verano espero que el Sr. Dios les cuide y los acompañe en los próximos martes. Y que podamos sentarnos con los amigos a tomar un té helado con limón. Si, que nos volvamos a escuchar, porque cada día es un regalo.

Lectura del evangelio de Mateo 5: 13-16

Vosotros sois la sal de este mundo. Pero si la sal pierde su sabor, ¿cómo seguirá salando? Ya no sirve más que para arrojarla fuera y que la gente la pisotee. Vosotros sois la luz del mundo. Una ciudad situada en lo alto de una montaña no puede ocultarse. Tampoco se enciende una lámpara de aceite y se tapa con una vasija. Al contrario, se pone en el candelero, de manera que alumbre a todos los que están en la casa. Pues así debe alumbrar vuestra luz delante de los demás, para que viendo el bien que hacéis alaben a vuestro Padre celestial.

¿Quién me acompañara con una oración? ¿Quién?

Querido Dios: Ahora que el día comienza y se ha ido la oscuridad seca tú nuestras lágrimas y sostennos mientras el duelo dure. Espíritu Santo aparta de nosotros el deseo de ser jueces y pon en nuestras alforjas un poco de sal para el camino. Un poco de luz. Porque nosotros a Jesús seguimos. Amén. Augusto G. Milián

 

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