Los cambios nos asustan

Zaragoza, 20 de Mayo 2020.

Estimado R……

Espero que al recibo de esta carta Ud. se encuentre bien. Hace mucho tiempo que no tengo noticias de Ud. Me dice Lana, mi asistente de voz, que un día como hoy el bacteriólogo francés Louis Pasteur presentó en la Academia de Ciencias de París el resultado de sus experimentos sobre el virus de la rabia, que el aviador estadounidense Charles Lindbergh despega de Nueva York en su avión Spirit of St. Louis, para realizar la primera travesía del Atlántico rumbo a París y
que entró en funcionamiento el campo de concentración nazi de Auschwitz. Pero también, un día como hoy, hace 118 años Cuba comenzó a ser una República. Aunque algunos no lo quieran recordar.

El tiempo ha cambiado aquella isla. La ha erosionado. Como nos cambia a Ud. y a mí, pero no queremos admitirlo. Y nos cambia por dentro y por fuera. Lo primero no es tan visible. Lo segundo es demostrable. Pero en realidad no somos dados a expresar este criterio de manera pública, porque sería como confesar que también nosotros hemos cambiados. Y los cambios nos asustan. Sobre todos los cambios en la manera de ver el mundo. En la manera de pensar.

Cuando regresaba a la villa donde nací, dedicaba un día entero a caminar de norte a sur. Caminaba para ver la antigua estación de trenes, el parque rodeado por laureles, los colegios donde estudié. Cruzaba la Carretera Central mirando para ambos lados y recorría las calles donde estaban las tiendas y los comercios. Miraba al Cuartel de los Bomberos y dejaba atrás al Policlínico Sur, donde por años me ponían una inyección contra el asma y seguía caminando hacia la Finca de Francisco para abrazar a Xiomarita. Si, sin duda alguna, caminaba para ver la gente. Caminaba para ver la persona que fui y que ya no soy.

Espero que no se preocupe si el cartero le llama dos veces. Ya casi nadie escribe cartas. Ni de amor ni de despedida. Los más jóvenes creerán que el Correos de Placetas siempre ha estado allí, junto a la Carretera Central, pero no. Antes estaba en 2ª del oeste entre 1º y 2ª del norte, frente a la Policía. Junto a la casa del Dr. Castañon. Era una especie de caserón de techos altos con las puertas pintadas de azul y cuatro ventanillos de madera para atender al público. Espero que mi carta le pueda llegar antes del otoño de aquí o la temporada de ciclones de allá.

Durante algunos días pensé en escribirle por correo electrónico, pero al final opté por el correo postal. Pero no lo vea como un acto de nostalgia sino de contracultura. De rebeldía. Las cartas llevan un sello y así Ud. sabe desde donde le escribo. Donde estoy. Los correos electrónicos carecen de este accesorio.  No ofrecen ninguna referencia geográfica. Pueden ser enviados de cualquier sitio. Nos hacen omnipresentes como al Sr. Dios. Pero esto es otro engaño. No somos como el Sr. Dios. A nosotros el tiempo nos cambia.

Me gustaría tanto volverle a ver

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