Jesús, no me pidas demasiado


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Hay que encender una luz en la oscuridad

El día ha comenzado. Para los que se saben amados y para los que lo han olvidado. Para los que están lejos. Para los que están cerca. Para ti y para mí, hoy es una nueva oportunidad.

Usted y yo vivimos días de muchas palabras, de mucha información, de mucho debate, pero es la paradoja de los días del desamor. Y la abundancia de palabras se torna incoherente, porque carecen de significado, no aportan información y nos ubican en un contexto irreal. Y no me refiero sólo a la cultura imperante, sino también a la del mundo de la religiosidad. Donde nos tropezamos con modelos de iglesias que viven una realidad durante la celebración dominical y otra muy distinta el resto de la semana.

Y Jesús pone el dedo sobre la llaga. Jesús denuncia de manera pública la hipocresía de los fariseos responsables de interpretar la ley de Moisés en la sinagoga y ante el pueblo judío. En otras ocasiones Jesús les pide, a los que le escuchan, que tengan cuidado con las enseñanzas de los fariseos, pero hoy pedirá a los discípulos que guarden y hagan lo que los fariseos y escribas proclaman, pero que no los imiten en lo que hacen.

Y nos tropezamos con las prácticas no coherentes con el mensaje. Con las exigencias de los líderes religiosos que se tornan difíciles de cumplir y que ni ellos mismos cumplen. De eso trata la incoherencia de la fe. De hacer cosas para que los demás lo vean y digan cosas buenas de nosotros. De aparentar. De buscar privilegios. De la sed insaciable de reconocimiento. De hacer todo lo posible para evitar el servicio sino el ser servido.

Y frente a un mundo que se rompe en pedazos Jesús pide ser diferente. Ser contracultural. Ser sal. Ser luz.

Lectura del evangelio de Mateo 23, 1-4

Entonces Jesús habló a la muchedumbre y a sus discípulos, diciendo: Los escribas y los fariseos se han sentado en la cátedra de Moisés. De modo que haced y observad todo lo que os digan; pero no hagáis conforme a sus obras, porque ellos dicen y no hacen. Atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre las espaldas de los hombres, pero ellos ni con un dedo quieren moverlas

¿Quién me acompañará hoy en una oración?

Padre: Ayúdame, ahora que comienzo la jornada, a desprenderme de todos mis juicios, de todos los falsos mensajes que me entrego a mí mismo y ayúdame hoy a ser el buen samaritano de alguien. Jesús, tú eres nuestra esperanza. Amén. Augusto G. Milián

 

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